Ante la imposibilidad de dar una solución a corto plazo a la
situación europea actual, se buscan remedios urgentes, parches,
tiritas con las que curar lesiones graves y profundas y que poco o
nada arreglan.
La Unión Europea se está resistiendo como ningún otro lugar del
mundo al final de la crisis económica y esta, está derivando además
en un malestar social sin precedentes desde las épocas de las
revoluciones. Mientras todos los demás países del globo emergen, el
euro sigue en coma profundo a falta de un sistema fiscal y económico
común auténtico y de una voluntad real de generarlo.
China se ha posicionado como segunda potencia económica mundial, a pesar de
un sistema político absolutamente cerrado, jerarquizado y
antidemocrático y a pesar de la ausencia de respeto a los derechos
humanos y de los trabajadores, conocida y consentida por la comunidad
internacional. Todos y los europeos los primeros, nos fijamos en el
modelo chino, buscando el acercamiento y un posible aprendizaje que
nos conduzca de nuevo al crecimiento económico. La ausencia de transparencia, la falta de libertad de expresión, las condiciones de trabajo y vida infrahumanas son el referente en liza para acabar con el malvado déficit. Nadie destaca sin
embargo, que Oriente en general, piensa a largo plazo, que no se
gobierna para cuatro años que dura una legislatura y que de modo
equivocado o no, se busca por encima de todo el interés general.
Como si de un patchwork político se tratara, se van hilvanando
medidas en las que solo se contempla la austeridad, la disminución
de la inversión y en muchos casos la destrucción de todo aquello
que se creó como necesario y que desaparecerá porque la situación
actual lo ha convertido en superfluo. El límite entre lo que es
realmente importante y lo que no, se ha difuminado hasta el punto de
alcanzar derechos civiles que parecían intocables.
Muchos se preguntan por qué no ha habido un estallido social
importante y es que los que dirigen, han sabido a la perfección
devolver a los ciudadanos a su mas tierna infancia. Cual niño que es
castigado por tocar un mechero, agachamos la cabeza y aceptamos la
reprimenda, sin atrevernos a decir que fue un adulto quien lo dejó
a nuestro alcance. Muchos solo ven solución en prender ese
mechero, generar un gran incendio que borrará la importancia de una
travesura, por haberla convertido en un gran desastre que abrirá los
ojos de los inconscientes que lo promovieron con su dejadez y su
imprudencia.
Hemos pasado de las burbujas, siempre acompañadas en su bullir de
otras, que se retroalimentan hasta que al dejar de hervir desaparecen,
a pompas de jabón aisladas, que sin mas, explotan, efímeras, grandes
y pequeñas, que ilusionan y emocionan y consiguen que durante un
instante, olvidemos que no perdurarán.
Silvia Brasa
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