Tal vez sea esa manía ordenadora humana, incapaz de soportar
la incertidumbre la que nos hace cegarnos a que todo ha tenido un comienzo y las
mas de las veces está abocado a un fin. Sin embargo, en terrenos ideológicos
nos anclamos en aguas cenagosas, que si bien nos permiten el lento
desplazamiento, también nos atan a un fondo cada vez mas viciado.
La historia enseña que ha habido un principio, que es
posible la transformación de lo antiguo pero también la revocación absoluta de
lo existente e incluso el nacimiento de algo completamente nuevo.
Observo cada vez con mas estupor como se trata de ir
encadenando ideas con épocas lejanas, para tal vez con las distintas capas que
dan los siglos, teñirlas de credibilidad o de legitimidad.
Se manosean palabras en provecho de unas creencias, que
tratando de buscar el alejamiento del actual estado de las cosas se desvirtúan.
Cuan injusto y falaz es equiparar hoy día militar a guerra, comunismo a
igualdad social, capitalismo a bonanza... pero nos negamos a evolucionar, a
reinventarnos, a admitir la invalidez del pasado.
No es confortable ver que cada vez más personas discursean
sobre política porque recuerda a cada una de esas veces que un tema concreto ha
estado en boga. De repente un día todos eran expertos en fútbol, en formula 1,
en ciclismo... Hoy en sistemas políticos, en macroeconomía, en filosofía
política, en historia. Unos dicen que es positivo porque es síntoma de
concienciación respecto de la existencia de un problema, por mucho que este tenga
los matices que cada uno quiera darle, sin atender a explorar un poco más allá
de ese conocimiento autoadquirido de la nada, de oídas o de esa prensa cada vez
más manipulada. Y no se sabe que duele más, que si del mismo modo en que
proliferan los eruditos estos cambien la causa de sus análisis, o que lo
consideren un tema tan efímero como los antes mentados.
Escucho sobre la necesidad de una democracia real, y aún
nadie ha sabido contestarme en que se basa dicha realidad, que diferencia este
concepto de otros sistemas democráticos actuales o pasados. Se habla de la
necesidad de la preservación de los derechos de los ciudadanos tanto como de la
corresponsabilidad que conlleva asumir unos deberes. Derechos y deberes se
agitan, se mezclan y derivan en un cóctel que soslaya ideología en función de
cual de los dos conceptos quede por encima en el vertido. Si son los derechos,
estos devienen de sociatas juerguistas, de gente de mal vivir, de una
izquierda irresponsable cuya única ocupación ha sido aprovechar la bonanza. Si
lo que no decanta son los deberes es porque la derechona trasnochada ha
llegado a ocupar un poder que se asemeja a tiranía rallana en la dictadura que
no va a aceptar mas derroche. Ambas opciones con todos sus sesgos tienen tanta
parte de verdad como de falsedad y todo es del color de la edad con que se
mira: los mayores a cambio verían trabajadores en un caso y burguesía en el
otro.
Lo que casi nadie se cuestiona es que en realidad estos
modelos ya no sean validos. Han caducado hace tiempo y solo falta de dinero
para comprar otros nos ha hecho darnos cuenta de que necesitabamos unos nuevos.
Por esa afición de escuchar me llegaba hoy la idea de un
hombre que discurseaba de la necesidad de que existieran partidos políticos que
no comulgaran con ninguna de las ideologías existentes. Me faltó aplaudir,
harta de que me repitan que somos ovejas carentes de ideas, pensamientos y
soluciones a las que hay que dirigir. Difícil resolver que haya encuestas que
valoren nuestra actitud como ciudadanos, de manera objetiva y responsable. Mas
difícil aún asumir que suspenderíamos en cualquier valoración.
Llegados a este punto es innegable el hastío de catalogar el
porvenir desde una óptica antigua por mucho que aceptemos enseñanzas. No es
justificable la necesidad de basarse en teorías y autores existentes, por
cierto, cuanto más muertos y más antiguos mejor. Tanta es la vergüenza o el
miedo a proponer ideas nuevas, tan bien se nos ha educado a pensar que se
reirán de nosotros si hablamos de cosas diferentes, sin aval que figure en
enciclopedia alguna que nadie o casi nadie se atreve a alzar la voz, incluso
viviendo en el momento histórico de mas rápida y amplia trasmisión de
pensamientos. A quienes lo hacen, se les tacha de locos o cosa peor de
revolucionarios, o peor aún de extremistas y antisistema, adjetivos que ya se
equiparan a violento e incluso asesino.
Sinceramente, sencillamente, tal vez solo consista en
quitarnos la venda de los ojos, perder el miedo a hacer el ridículo, el miedo a
las etiquetas, el miedo al ostracismo...perder el miedo.
“Solo tengo miedo de tu miedo” –William Shakespeare-
Silvia Brasa 2013
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