domingo, 12 de mayo de 2013

Con miedo al miedo


Tal vez sea esa manía ordenadora humana, incapaz de soportar la incertidumbre la que nos hace cegarnos a que todo ha tenido un comienzo y las mas de las veces está abocado a un fin. Sin embargo, en terrenos ideológicos nos anclamos en aguas cenagosas, que si bien nos permiten el lento desplazamiento, también nos atan a un fondo cada vez mas viciado.
La historia enseña que ha habido un principio, que es posible la transformación de lo antiguo pero también la revocación absoluta de lo existente e incluso el nacimiento de algo completamente nuevo.
Observo cada vez con mas estupor como se trata de ir encadenando ideas con épocas lejanas, para tal vez con las distintas capas que dan los siglos, teñirlas de credibilidad o de legitimidad.
Se manosean palabras en provecho de unas creencias, que tratando de buscar el alejamiento del actual estado de las cosas se desvirtúan. Cuan injusto y falaz es equiparar hoy día militar a guerra, comunismo a igualdad social, capitalismo a bonanza... pero nos negamos a evolucionar, a reinventarnos, a admitir la invalidez del pasado.
No es confortable ver que cada vez más personas discursean sobre política porque recuerda a cada una de esas veces que un tema concreto ha estado en boga. De repente un día todos eran expertos en fútbol, en formula 1, en ciclismo... Hoy en sistemas políticos, en macroeconomía, en filosofía política, en historia. Unos dicen que es positivo porque es síntoma de concienciación respecto de la existencia de un problema, por mucho que este tenga los matices que cada uno quiera darle, sin atender a explorar un poco más allá de ese conocimiento autoadquirido de la nada, de oídas o de esa prensa cada vez más manipulada. Y no se sabe que duele más, que si del mismo modo en que proliferan los eruditos estos cambien la causa de sus análisis, o que lo consideren un tema tan efímero como los antes mentados.
Escucho sobre la necesidad de una democracia real, y aún nadie ha sabido contestarme en que se basa dicha realidad, que diferencia este concepto de otros sistemas democráticos actuales o pasados. Se habla de la necesidad de la preservación de los derechos de los ciudadanos tanto como de la corresponsabilidad que conlleva asumir unos deberes. Derechos y deberes se agitan, se mezclan y derivan en un cóctel que soslaya ideología en función de cual de los dos conceptos quede por encima en el vertido. Si son los derechos, estos devienen de sociatas juerguistas, de gente de mal vivir, de una izquierda irresponsable cuya única ocupación ha sido aprovechar la bonanza. Si lo que no decanta son los deberes es porque la derechona trasnochada ha llegado a ocupar un poder que se asemeja a tiranía rallana en la dictadura que no va a aceptar mas derroche. Ambas opciones con todos sus sesgos tienen tanta parte de verdad como de falsedad y todo es del color de la edad con que se mira: los mayores a cambio verían trabajadores en un caso y burguesía en el otro.
Lo que casi nadie se cuestiona es que en realidad estos modelos ya no sean validos. Han caducado hace tiempo y solo falta de dinero para comprar otros nos ha hecho darnos cuenta de que necesitabamos unos nuevos.
Por esa afición de escuchar me llegaba hoy la idea de un hombre que discurseaba de la necesidad de que existieran partidos políticos que no comulgaran con ninguna de las ideologías existentes. Me faltó aplaudir, harta de que me repitan que somos ovejas carentes de ideas, pensamientos y soluciones a las que hay que dirigir. Difícil resolver que haya encuestas que valoren nuestra actitud como ciudadanos, de manera objetiva y responsable. Mas difícil aún asumir que suspenderíamos en cualquier valoración.
Llegados a este punto es innegable el hastío de catalogar el porvenir desde una óptica antigua por mucho que aceptemos enseñanzas. No es justificable la necesidad de basarse en teorías y autores existentes, por cierto, cuanto más muertos y más antiguos mejor. Tanta es la vergüenza o el miedo a proponer ideas nuevas, tan bien se nos ha educado a pensar que se reirán de nosotros si hablamos de cosas diferentes, sin aval que figure en enciclopedia alguna que nadie o casi nadie se atreve a alzar la voz, incluso viviendo en el momento histórico de mas rápida y amplia trasmisión de pensamientos. A quienes lo hacen, se les tacha de locos o cosa peor de revolucionarios, o peor aún de extremistas y antisistema, adjetivos que ya se equiparan a violento e incluso asesino.
Sinceramente, sencillamente, tal vez solo consista en quitarnos la venda de los ojos, perder el miedo a hacer el ridículo, el miedo a las etiquetas, el miedo al ostracismo...perder el miedo.
“Solo tengo miedo de tu miedo” –William Shakespeare-
Silvia Brasa 2013

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