“No soy un traidor, ni un héroe Soy
un americano!-Edward Snowden-
Una pizca de ingenuidad, una dosis
considerable de supervivencia, un poquito de confianza en el Sistema
y, sobre todo, mucha falta de visión de una realidad que supera
nuestro entendimiento, han provocado que un joven americano lance a
nivel mundial un debate social que aún no había traspasado los
libros de ciencia ficción y la seguridad y defensa de los Estados
que tratan a marchas forzadas de concienciarse y prepararse para el
cibermundo.
A pesar de que en nuestro fuero interno
sabemos que todo lo que circula en la red es susceptible de ser visto
y oído y de las múltiples advertencias de que pueda ser utilizado
tanto en nuestro beneficio como en nuestra contra, aparece un joven
americano en Hong Kong, con credenciales de una organización como la
CIA, con una caja de Pandora que va provocando conflictos
diplomáticos a escala planetaria con cada uno de sus movimientos,
por el simple hecho de contar lo que todos sabemos y vivimos mejor
ignorando.
A pesar de que declaraba no esconderse,
síntoma inequívoco de un afán de protagonismo tal vez alimentado
por la historia de Assange y sus “wikipapeles”, Snowden se acoge
inicialmente a la dificultad de extradición que le brinda Hong Kong
para hacer unas declaraciones que equilibran la balanza en favor de
China, cada vez más acosada por casos de ciberespionaje, control de
las comunicaciones internas y externas y de esa extraña inmunidad de
la que parece gozar cada vez que se lanza un ciberataque que se
extiende por casi todo el planeta.
Assange, refugiado en la embajada de
Ecuador desde hace más de un año, se marchita a pesar de su inicial
éxito pero eso no parece quebrar, el empeño de Snowden. Los
wikileaks, han servido para iniciar el debate de la transparencia
absoluta, tan en boga en la actualidad. Sin embargo, pocas son las
voces que explican a la ciudadanía la necesidad del secreto en
política, en las empresas, en infinidad de aspectos vitales en los
que el exceso de información, o el hecho de que ésta sea pública
puede, incluso, costar vidas humanas. Tan peligroso puede ser
desvelar el auténtico estado de salud, tanto a un paciente como a su
familia, como hacerlo público, ya que su evolución puede depender
de ello; del mismo modo, revelar ciertos datos puede socavar las
negociaciones con un Estado, que tenga la determinación de realizar
algún movimiento hostil y que podría ser solucionado por la vía
diplomática, mientras no se ponga en juego su prestigio,
credibilidad o seguridad de sus propios ciudadanos que podrían verse
amenazados por el ataque preventivo de un tercero. Digan lo que digan
Ecuador, Venezuela, Cuba, Argentina o Bolivia, la revelación de
secretos o información sensible en muchos Estados, es delito, y para
colmo, los que protegen a los delincuentes no son el paradigma de la
libertad de expresión.
Tras la recriminación masiva de casi
toda Sudamérica por el periplo aeroportuario de Evo Morales,
presidente de Bolivia y sospechoso de querer acoger a Snowden en su
país, lo último del ex colaborador de la CIA ha sido la propuesta
de matrimonio de una ex espía rusa, lo que le permitiría prolongar
su estancia en un país, Rusia, que si bien hace treinta años
estaría encantado de proporcionarle inmunidad, hoy le invita a
marcharse.
Si algo han dejado claro las
declaraciones de Snowden ,es que nadie quiere enemistarse con Estados
Unidos y que los países más avanzados tecnológicamente controlan
de algún modo las comunicaciones de sus conciudadanos, véase el
caso de Francia.
Impedir la libre opinión o
comunicación no es algo nuevo en ningún lugar del mundo. Durante la
llamada Primavera Árabe, todos los países afectados estuvieron
aislados del exterior en algún momento o aun lo están, China o Irán
conviven con el miedo de lo que transmiten vía internet o telefónica
e inventan mil modos de no ser invisibles...
Se ha jugado en esta historia con el
factor miedo. No se ve justificada la posibilidad de poder detectar
casos de terrorismo, movimientos ofensivos de grupos o individuos con
posible riesgo para la población o cualquier clase de amenaza sino
que se teme, que puedan quedar al descubierto nuestras intimidades,
que no deberían en ningún caso ser susceptibles de atención por
nadie más que aquellos a los que se quiera hacer partícipes de modo
privado, e internet, las redes, por definición, no lo son. De hecho,
se inventaron precisamente para eso, para compartir información. Es
un gran cajón de sastre donde todo vale y el buen uso, la
protección, el fraude, el delito y la ilegalidad, conviven, por el
momento, en relativa armonía.
Snowden, lo crea o no, es un traidor
desde el momento en que revela las prácticas de su empresa. Lo crea
o no, no ha cometido heroicidad alguna, sino más bien un acto de
agresión a todos los países a los que está involucrando.
Lo que no se puede negar es su
condición de americano. Ha demostrado una vez más la supremacía de
su país al que casi todos se desviven por no agraviar y al que todos
los que siempre le han criticado se empeñan en poner en un aprieto
sin conseguirlo hasta ahora.
Silvia Brasa
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