domingo, 7 de julio de 2013

Lo que el ojo no ve


“No soy un traidor, ni un héroe Soy un americano!-Edward Snowden-

Una pizca de ingenuidad, una dosis considerable de supervivencia, un poquito de confianza en el Sistema y, sobre todo, mucha falta de visión de una realidad que supera nuestro entendimiento, han provocado que un joven americano lance a nivel mundial un debate social que aún no había traspasado los libros de ciencia ficción y la seguridad y defensa de los Estados que tratan a marchas forzadas de concienciarse y prepararse para el cibermundo.

A pesar de que en nuestro fuero interno sabemos que todo lo que circula en la red es susceptible de ser visto y oído y de las múltiples advertencias de que pueda ser utilizado tanto en nuestro beneficio como en nuestra contra, aparece un joven americano en Hong Kong, con credenciales de una organización como la CIA, con una caja de Pandora que va provocando conflictos diplomáticos a escala planetaria con cada uno de sus movimientos, por el simple hecho de contar lo que todos sabemos y vivimos mejor ignorando.

A pesar de que declaraba no esconderse, síntoma inequívoco de un afán de protagonismo tal vez alimentado por la historia de Assange y sus “wikipapeles”, Snowden se acoge inicialmente a la dificultad de extradición que le brinda Hong Kong para hacer unas declaraciones que equilibran la balanza en favor de China, cada vez más acosada por casos de ciberespionaje, control de las comunicaciones internas y externas y de esa extraña inmunidad de la que parece gozar cada vez que se lanza un ciberataque que se extiende por casi todo el planeta.

Assange, refugiado en la embajada de Ecuador desde hace más de un año, se marchita a pesar de su inicial éxito pero eso no parece quebrar, el empeño de Snowden. Los wikileaks, han servido para iniciar el debate de la transparencia absoluta, tan en boga en la actualidad. Sin embargo, pocas son las voces que explican a la ciudadanía la necesidad del secreto en política, en las empresas, en infinidad de aspectos vitales en los que el exceso de información, o el hecho de que ésta sea pública puede, incluso, costar vidas humanas. Tan peligroso puede ser desvelar el auténtico estado de salud, tanto a un paciente como a su familia, como hacerlo público, ya que su evolución puede depender de ello; del mismo modo, revelar ciertos datos puede socavar las negociaciones con un Estado, que tenga la determinación de realizar algún movimiento hostil y que podría ser solucionado por la vía diplomática, mientras no se ponga en juego su prestigio, credibilidad o seguridad de sus propios ciudadanos que podrían verse amenazados por el ataque preventivo de un tercero. Digan lo que digan Ecuador, Venezuela, Cuba, Argentina o Bolivia, la revelación de secretos o información sensible en muchos Estados, es delito, y para colmo, los que protegen a los delincuentes no son el paradigma de la libertad de expresión.

Tras la recriminación masiva de casi toda Sudamérica por el periplo aeroportuario de Evo Morales, presidente de Bolivia y sospechoso de querer acoger a Snowden en su país, lo último del ex colaborador de la CIA ha sido la propuesta de matrimonio de una ex espía rusa, lo que le permitiría prolongar su estancia en un país, Rusia, que si bien hace treinta años estaría encantado de proporcionarle inmunidad, hoy le invita a marcharse.

Si algo han dejado claro las declaraciones de Snowden ,es que nadie quiere enemistarse con Estados Unidos y que los países más avanzados tecnológicamente controlan de algún modo las comunicaciones de sus conciudadanos, véase el caso de Francia.
Impedir la libre opinión o comunicación no es algo nuevo en ningún lugar del mundo. Durante la llamada Primavera Árabe, todos los países afectados estuvieron aislados del exterior en algún momento o aun lo están, China o Irán conviven con el miedo de lo que transmiten vía internet o telefónica e inventan mil modos de no ser invisibles...

Se ha jugado en esta historia con el factor miedo. No se ve justificada la posibilidad de poder detectar casos de terrorismo, movimientos ofensivos de grupos o individuos con posible riesgo para la población o cualquier clase de amenaza sino que se teme, que puedan quedar al descubierto nuestras intimidades, que no deberían en ningún caso ser susceptibles de atención por nadie más que aquellos a los que se quiera hacer partícipes de modo privado, e internet, las redes, por definición, no lo son. De hecho, se inventaron precisamente para eso, para compartir información. Es un gran cajón de sastre donde todo vale y el buen uso, la protección, el fraude, el delito y la ilegalidad, conviven, por el momento, en relativa armonía.

Snowden, lo crea o no, es un traidor desde el momento en que revela las prácticas de su empresa. Lo crea o no, no ha cometido heroicidad alguna, sino más bien un acto de agresión a todos los países a los que está involucrando.

Lo que no se puede negar es su condición de americano. Ha demostrado una vez más la supremacía de su país al que casi todos se desviven por no agraviar y al que todos los que siempre le han criticado se empeñan en poner en un aprieto sin conseguirlo hasta ahora.

Silvia Brasa

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