domingo, 4 de agosto de 2013

Derecho a la intimidad vs seguridad

En los últimos tiempos se está produciendo un debate intenso sobre las acciones realizadas por diversos gobiernos occidentales con respecto a la interceptación de las comunicaciones con el fin de evaluar los riesgos y amenazas que, en un mundo cada vez más revuelto y peligroso para nuestros intereses, se producen a diario.

Me llama poderosamente la atención un hecho relevante: Nadie pone en tela de juicio la voluntaria renuncia a nuestro derecho a la intimidad que realizamos al suscribirnos a cualquier servicio de carácter "gratuito" de la red.

En ningún caso tenemos ni la capacidad ni la voluntad de conocer, entender y actuar frente a las condiciones contractuales que estos servicios nos imponen precisamente por la supuesta gratuidad de los mismos.

¿Acaso somos tan vanos para desconocer que en un sistema económico capitalista no hay nada gratis?
¿No somos capaces de deducir que el envío de un correo electrónico genera gastos a la compañía que gestiona este servicio? ¿Creemos, en verdad, que cualquiera de esta compañía realizan una labor social de carácter gratuito?

La respuesta, como puede colegir el lector es negativa. El valor de la información aumenta en función de que ésta pueda ser tratada y permita generar a través de la misma inteligencia orientada a la obtención de beneficios económicos.

En manos de estas Corporaciones no tenemos sino el estatus de clientes y nuestro nivel de protección legal es muy reducido frente a abusos de poder.

Y, querido lector, su poder es inmenso. Muchas de ellas disponen de recursos casi ilimitados.

¿Cree el lector que sus intereses son diferentes a los de otros actores? El poder es su objetivo fundamental e irrenunciable y en ello están.

Por ello me resulta sorprendente esa aprensión a que sean los Estados los que ejerzan el control sobre la información y sobre estas mismas corporaciones.

Nuestro estatus como ciudadanos encuentra una protección legal mucho mayor que como clientes y deberíamos estar atentos a que, como en otros muchos campos, los Estados no hagan renuncia progresiva de sus potestades en favor de estas Corporaciones supuestamente abanderadas de una libertad en la red que solo protege sus aspiraciones de poder.

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